Cuesta Arriba

Ha sido una semana cuesta arriba. Pero no quiero quejarme: es posible que la de alguna persona que me lea haya sido aún peor. Además, no quiero competir en ese clásico gallito de “quién sufre más” que a otro subgrupo de personas también les gusta jugar. No, nada de eso.

Cuesta arriba ha sido la semana, como les contaba. No tanto por el volumen de actividades ni por el estrés asociado a algunas de ellas. Ha sido una semana donde no he logrado avanzar ni concretar mucho, donde la inspiración y las ideas se me escapan justo cuando estoy a punto de atraparlas.

Algo trivial quizás para algunos, pero crucial para quienes nos ganamos la vida recorriendo este laberinto llamado creatividad. A ustedes les escribo. Ustedes que saben lo que es intentar veinte veces una idea sin éxito, esas veces en que todo parece trillado, repetido o incluso plano, sin gracia ni chispa, sin nada concreto que aporte al avance exterior de las tareas pendientes. Mientras, bajo la tierra, se mueven las musas en secreto, evadiendo la punta de mi lápiz.

Oh sí, semana cuesta arriba: cuesta avanzar y cuesta dejar de pensar. Lo único bueno de esto es que, tal como lo describe mi arcano personal, es solo pasajero: un instante dentro de un proceso eterno que va y viene sin parar.

Porque, aunque sea lento y cuesta arriba, lo único que importa es avanzar. Porque si hoy te escribo desde aquí, mañana será desde otro lugar. Te lo prometo.

Espero que la tuya también vaya mejorando.

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